Es
la familia quien se encarga de dotar al individuo de herramientas para la
convivencia dentro de la comunidad, es aquí donde se aprenden conductas,
valores, modelos de comportamiento, los cuales se repiten en el diario contacto
con las demás personas.
En
general los alumnos viven en familias nucleares aunque es sabido de sobra que
la desintegración familiar es una situación por la que muchos de los alumnos
están pasando y que tiene repercusiones negativas en los niños.
Situaciones
como la anterior, padres y madres que trabajan por las tardes, falta de
información y orientación sobre actividades que propician el aprendizaje en los
niños resulta en la realización de actividades poco productivas y educativas
por las tardes.
La
investigación se llevó a cabo tomando en cuenta teóricos desde la perspectiva
de la sociología educativa como James Coleman (1964), Max Weber (1971),
Stevenson y Baker (1987).
Sauceda
& Maldonado, 2003 refieren que “el nexo entre los miembros de la familia es
tan estrecho que la modificación de uno de sus integrantes provoca
modificaciones en los otros y, en consecuencia, en toda la familia. Así, al
alterarse uno de los elementos del sistema, se altera indefectiblemente a todo
el conjunto sistémico en sí situación que no es ajena al proceso educativo y
que vemos reflejada en cada uno de los alumnos con los que trabajamos.
La
forma en que el individuo convive y desarrolla las relaciones interpersonales
en el aula suele ser el resultado de lo que ha aprendido en la familia; los
niños que practican actividades extraescolares como la práctica de algún
deporte, el cuidado de una mascota, pasear con los padres, suelen tener una
mejor capacidad de interactuar con las personas que lo rodean.
Desde
los últimos años del pasado siglo se han producido, en multitud de facetas de
la civilización occidental, importantes cambios, que han generado un nuevo
paradigma en la forma de contemplar la
naturaleza y el quehacer humano (Ramos, 1996). Paralelamente a estos cambios,
se han acumulado y agravado una serie de problemas que ameritan
urgente solución, entre los cuales destacan: la crisis económica,
ambiental, armamentista, energética, así como la
disminución de la calidad de vida de la población en general. Todo
lo cual ha tenido graves repercusiones en su salud y en el deterioro
de las relaciones humanas.
La
situación planteada evidencia la necesidad de desarrollar en las personas las
competencias individuales y sociales, necesarias para afrontar las demandas
propias de una realidad sometida a un permanente cambio.
Ello sugiere que la escuela, además de alfabetizar con letras y números, debe
propiciar también la alfabetización de las emociones, las habilidades sociales,
la toma de decisiones y el manejo de las relaciones interpersonales (Teruel,
2000). Sin embargo, la escuela ha tenido una función prioritaria o casi
exclusivamente de enseñanza y transmisión de aspectos académicos, sin
responsabilidades explícitas y claramente establecidas en lo atinente a las
competencias sociales del alumnado, al bienestar interpersonal y
personal.
No
obstante, como apuntan Álvarez González y Bisquerra Alzina (1999), no es el
currículo explícito o formal, el que determina el desarrollo personal y social
del educando, esto depende más del sistema de relaciones profesor-alumno
y alumno-alumno que conforman la educación incidental o informal o “currículum
oculto”, a través del cual el profesor actúa como agente de socialización y
como formador de sus alumnos de manera no explícita, relacionada con la
metodología, los estilos educativos y el clima socio-emocional que se genera en
el aula.
Frente
a esta variedad de exigencias que se hacen al docente, derivadas de los
desafíos educativos, muchas críticas se han formulado como: la falta de
motivación o de sensibilidad de los docentes ante los requerimientos
de la sociedad. (UNESCO, 2002).
También
Sánchez de Fernández (2001) agrega que la actuación de los docentes
en las aulas está marcada por la inseguridad y el alto riesgo de tomar
decisiones equivocadas; lo cual trae como consecuencia, un clima de relación
poco favorable a la motivación de los agentes implicados en el proceso: alumnos
y docentes. De Luca (1998) igualmente señala, que los docentes tienen enormes
dificultades para regular los conflictos entre los alumnos y, Covarrubias
(2000) agrega que entre las preocupaciones del maestro se encuentra: la
disrupción, la falta de respeto y de disciplina, el maltrato entre alumnos y el
aislamiento.
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